Cuento de nah-vidad

Hace no muchos años, la magia y el olfato de los grandes magnates del comercio dieron vida a tres pequeños elfos de nahvidad: Zampa, Pimpla y Despilfarra. Su tamaño es imperceptible para el ojo humano, pero con sus poderes mágicos se instalan en el cerebro de niños y mayores moldeando la voluntad de las personas a su antojo, o más bien en pro del interés de quienes los crearon con ese fin.

Estos pequeños seres vestidos de rayas rojas y blancas, con gorro y zapatos puntiagudos y cara de pillastres consiguen que el paso de las hojas del calendario se acelere como un cohete supersónico, y que la noche de Halloween, alojada en el 31 de octubre, dé paso, solo un día inmediatamente después, a la carrera frenética hacia la nahvidad.

Nada más despuntar noviembre todo huele a nahvidad: hay turrones y mazapanes en los supermercados, guirnaldas y árboles con espumillón de mil colores, galletas de jengibre, renos y papanoeles, infinidad de luces parpadeantes en ventanas y balcones y en las calles de las ciudades; suenan jingle-bells y all-I-want-for-Christmas-is-you. Para contribuir a la carrera frenética llega también el black Friday o los black days, con descuentos increíbles (precisamente eso, increíbles) para que las personas, avivadas por el ahorro, satisfagan el susurro imperioso que late en su cabeza y que proviene de la magia poderosa de Zampa, Pimpla y Despilfarra, los elfos de nahvidad.

Las carteras y las tarjetas de crédito se vacían para poblar y saturar los hogares con manjares suculentos, vinos y bebidas alcohólicas de todo tipo, dulces típicos y dulces importados: panetone, barras de chocolate Dubái, Baklava, dátiles. Las personas se vuelven locas buscando los regalos perfectos para toda la familia, creyendo que esa cartera de piel o esa novela best-seller que compran para la cuñada que no soportan el resto del año les hará quedar bien y cumplir el expediente.

Photo by Marta Wave on Pexels.com

Crear la atmósfera idónea es muy importante, y Zampa, Pimpla y Despilfarra son expertos. Llenan diciembre de comidas y cenas de empresa, quedadas con los del instituto, las del gimnasio, los de pádel. Brindis por aquí y por allá, ruido, música y desenfreno. Se trata de consumir, gastar y no pensar, no detenerse ni para mirar el extracto del banco. No hay dolor ni arrepentimiento, es lo que hay que hacer en estas fechas, y si hay gente que puede permitírselo, también los elfos intentan que a algunos se les ocurra hacer un viaje exótico para celebrar la nah-vidad y colgar cientos de fotos en Instagram con el hashtag #merrychristmas.

Y en mitad de todo este desenfreno existen seres arrebujados bajo una manta raída que ven pasar las piernas de la marabunta consumidora. Solo de vez en cuando algunas piernas se detienen y una mano arroja unas monedas al cestillo que sigue todavía muy vacío después del paso de muchas horas y de mucho frío y de mucha soledad y desesperanza.

Esos seres arrebujados bajo una manta raída quizá recuerdan todavía con añoranza esos días de diciembre con castañas calientes en las manos, alrededor de una mesa a la que se sentaban familiares que se marcharon de este mundo ya, y en la que se servía consomé y merluza en salsa verde. A los postres se sacaban los mazapanes, el turrón duro y el blando y algún polvorón; se tocaba la pandereta y la zambomba y se cantaba Los peces en el río y El tamborilero. Los regalos eran humildes y siempre eran objetos que se necesitaban. Presidiendo el hogar estaba el portal de Belén, y no había luces de colores pero sí mucho amor y otra calma de vivir.

Desde la oscuridad de un refugio improvisado al calor de los animales, con la sola luz de una estrella en el cielo que guía hacia la luz más refulgente y hermosa, hay un Niño que no puede creer en qué se ha convertido lo que un día fue Navidad. En nada, en vacío, en nah. En nahvidad.

Los amigos del arte

Los responsables de urbanismo de cada ciudad española deberían plantearse con urgencia establecer zonas (paredes, muros), a ser posible en lugares céntricos y de paso, para que todo el mundo pueda pintarrajear consignas, colgar banderas o lanzar a lo loco botes de pintura (o huevos, quién sabe), y para que todo el mundo lo vea. Esta medida lograría que cada cual pueda escupir (literal y figuradamente) sobre un muro ad hoc sus reivindicaciones. Cada cierto tiempo se limpiarían, y el número y dimensiones de tales superficies irán acordes con la cantidad de habitantes de la localidad o municipio en cuestión, y una vez limpios vuelta a empezar.

Con unos muros así, quizá la gente proclive al borreguismo insensato se inhibiría de atacar fachadas, escaparates y comercios por el simple y llano motivo de porque-me-sale-de-los-cojones. El pasado 27 de septiembre, para celebrar por todo lo alto las fiestas de San Fermín de Aldapa (o “Txikito”), un grupo de jóvenes tuvo a bien lanzar huevos y provocar destrozos en el local recién inaugurado de ‘Sabor a España’, marca con tiendas en diversas ciudades de nuestro país. Se ve que el solo nombre de España les produjo tal iracundia que quisieron dejar claro, ya en los comienzos de este negocio en Pamplona, quién manda aquí, faltaría más. Radicales atacan con huevos el comercio ‘Sabor a España’ recién abierto en Mercaderes La mencionada tienda elabora frutos secos garrapiñados, turrones, pastas, golosinas, etc., y está ubicada en la Plaza Consistorial, 1. Emplazamiento publicitario número 1.

El mismo tipo de gente –supongo que se conocerán o serán de la misma cuadrilla- es el que tiró pintura roja, verde y negra a la fachada del edificio donde está ‘Zara’. El edificio de Zara en el centro de Pamplona amanece manchado de pintura (14 de septiembre). Vídeo: Zara, objeto de las protestas de los manifestantes a favor de Palestina (3 de octubre). No hará falta que especifique qué vende ‘Zara’; la fachada atacada en cuestión, dos veces en el último mes, está en la Avenida de San Ignacio, 7. Se ve que Amancio Ortega y sus herederos tienen toda la culpa de lo que pasa en Gaza, y por eso se les decora la pared con los colores de la bandera palestina, para recordárselo. Los amables manifestantes también pusieron pegatinas chulísimas en los cristales. Emplazamiento publicitario número 2.

Algunos establecimientos tienen claras fallas de memoria, y por eso amablemente se les volvió a recordar este mes de octubre que no son bienvenidos. Es el caso del Starbucks de la calle Mercaderes, 6, (emplazamiento publicitario número 3), que ha recibido su recordatorio en forma de pintura, por si la rotura de cristales de diciembre de 2024, primero, y mayo de 2025, después, no fue suficiente Vandalizan otra vez el escaparate de Starbucks en Mercaderes

Esta gentuza tan aficionada a redecorar comercios (y que tendrán amigos en el gremio de cristaleros, supongo) justifica sus actuaciones bajo excusas tales como “no es comercio local”, “no son de aquí”, “son explotadores”, “son españoles» (sic), y demás. Nunca se paran a pensar en los empleados de dichas tiendas y comercios, que a lo mejor son nacidos en Lerín, Añorbe o Elizondo, y que bastante tienen con haber logrado un trabajo, mejor o peor pagado, acorde o no con su formación y experiencia, para además tener que limpiar destrozos o simplemente pasar el mal trago de que una turba lance cosas contra los cristales mientras ellos intentan trabajar.

Mención aparte merecen los amantes del arte, en este caso del arte ajeno. Tanto les gusta el arte que buscan aportar su visión pictórica añadiendo unas pinceladas de sopa de tomate La joven que atacó con tomate un cuadro de Van Gogh: «Necesitamos que la gente hable del cambio climático» o de pintura roja -eso sí, biodegradable Dos activistas de Futuro Vegetal arrojan pintura roja sobre un cuadro de Colón en el Museo Naval de Madrid El motivo de tal afán artístico es lo de menos: llamar la atención por el clima o protestar porque en 1492 un tipo con calzas y peinado a lo Greta Thunberg se equivocó de ruta y llegó a las costas de la actual América del Sur, donde todo era paz y armonía y los indios eran superamigos y en absoluto se comían unos a otros.

Para esta gente la historia no vale nada, el arte no vale nada, solo importa su minuto de caso, su hazaña por la que abrirán informativos. Qué importa si se ataca un Van Gogh, ¡como si quiere hundirse todo el techo de Notre Dame! Mirad, estúpidas niñatas de colegio de pago que jugáis a la revolución: vuestro activismo me resulta repugnante y totalmente falto de consideración. Conseguís el efecto contrario, mi total desafección hacia lo que reivindicáis. Espero que, al menos, os hagan pagar de vuestro bolsillo los daños y desperfectos que vais ocasionando.

Por último, a los directores de museos de todo el mundo: igual que nos cachean a los aficionados al entrar a un campo de fútbol, espero que se empiece ya a poner detectores de metales, guardias de seguridad y toda medida disuasoria para que estos alelados del espray y el bote de pintura sean pillados antes de cometer sus barbaridades. Si hay que pagar más cara la entrada porque las medidas cuestan caras, se paga.

Nota final: la publicidad que he hecho a ‘Sabor a España’, ‘Zara’ y ‘Starbucks’ no me reporta ni un céntimo de euro. La hago gratis.

Nota final 2: ayer fue 12 de octubre. A todo el que piense «genocidio en América», «nada que celebrar», «España debe pedir perdón» le recomiendo encarecidamente que lea Nada por lo que pedir perdón, de Marcelo Gullo Omodeo. Y tampoco cobro por la publicidad, simplemente lo he leído, y es muy bueno, y creo que le hace falta a mucha gente.

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme.

Enfermos de calor

Ahora que está la inteligencia artificial en boca de todos, veamos qué responde a la pregunta de cuántos hospitales públicos en España disponen de aire acondicionado:

Me llevo una pequeña decepción, ya que la IA no me sabe decir cuántos centros hospitalarios de mi país tienen instalación de aire acondicionado. Vayamos más allá. Buscando noticias sobre hospitales y aire acondicionado encuentro lo siguiente:

«Pacientes denuncian la falta de aire acondicionado en hospitales: Esto es un horno; una sauna» 01/07/2025, noticia de Gerona publicada en la web de Antena 3 noticias.

«Hasta 40 grados en hospitales de Canarias por la falta de aire acondicionado: No están en condiciones para los pacientes» 13/08/2025, publicado por Informativos Telecinco.

«Los hospitales españoles, asfixiados por el calor: pacientes y sindicatos denuncian las altas temperaturas que sufren en los centros» 01/07/2025, publicado por La Sexta Noticias.

Me voy ahora a lo que tengo más cerca, a mi tierra: Quejas por el calor en el pabellón de geriatría del Hospital Universitario de Navarra, publica Diario de Navarra publica Diario de Navarra el 13 de agosto. En referencia a este hospital en concreto, un sindicato de enfermería ya ha denunciado la situación, y explica que se trata de un problema estructural y crónico, que se repite todos los veranos en los últimos años. La misma situación se extiende a algunas plantas del antiguo hospital Virgen del Camino, y por supuesto ocurre parecido en el área de salud de Estella y de Tudela.

Photo by Cedric Fauntleroy on Pexels.com

Este sindicato exige una revisión urgente de las condiciones térmicas de todos los centros sanitarios, la dotación de sistemas portátiles de climatización donde sea necesario, y la ejecución inmediata de planes de reforma estructural, con inversión y mantenimiento diario.

También han pedido revisar las condiciones laborales en los servicios más afectados, dando prioridad a la salud de pacientes y profesionales. “Esto no va de comodidad, va de salud, de seguridad y de dignidad. Las enfermeras no pueden seguir cuidando en estas condiciones, y los pacientes no merecen ser tratados en habitaciones que superan los 28 o 30 grados”, han advertido. (Estos dos últimos párrafos los pueden leer aquí: Denuncian temperaturas de más de 30 grados en hospitales navarros y no hay soluciones)

Desconozco cuál puede ser la solución, pero es urgente que quienes gestionan el servicio público de salud se sienten a trabajar sobre este único y prioritario punto del orden del día. No se puede tolerar que los enfermos, sus acompañantes y los trabajadores de un hospital tengan que soportar estas temperaturas poniendo en riesgo su salud. Imagino que no será nada fácil; hablamos de edificios antiguos, con un mal aislamiento térmico, con plantas en altura -las plantas más afectadas por el calor suelen ser de la quinta para arriba-, y, claro está, hablamos de una inversión millonaria.

Teniendo en cuenta que aquí en Navarra las mayores partidas presupuestarias van para sanidad, educación y el convenio económico con el Estado, algunos me dirán que ya se invierte en salud, y que nuestra comunidad presume de tener una de las mejores o la mejor sanidad de España. Una búsqueda sencilla por internet nos sitúa a la cabeza junto con País Vasco y Asturias, en un informe de 2024. Pero siempre se puede mejorar, y una mano de pintura barata no va a hacer que los desconchones que sufre nuestra sanidad desaparezcan. No hay duda de que soportar un ingreso hospitalario con temperaturas tórridas es un desconchón de tamaño considerable, y no digamos nada si se trabaja allí atendiendo pacientes, en jornadas de 7, 10, 12, 24 horas.

Otro día podemos abrir el melón de los aparcamientos de pago en zonas hospitalarias, que hoy ya me he extendido mucho hablando del calor. Tener un familiar enfermo durante días o semanas y tener que apoquinar no pocos euros para poder visitarlo o permanecer de acompañante es, a mi modo de ver, sangrante, injusto, recaudatorio e inhumano. Pero en fin, ya digo que no da tiempo a hablar de todo.

Aprovecho este párrafo final para agradecer al siempre humano y amabilísimo personal del Hospital Universitario de Navarra y centros análogos del Servicio Navarro de Salud su disposición y cuidados para con los pacientes. En los últimos años he tenido familiares ingresados por diversas patologías y el trato ha sido siempre exquisito.

Aparcar en zona rosa

A veces me pregunto si entre los propios políticos acostumbran a sacar a la luz tonterías supinas para tapar escándalos mayores, lo que se conoce como cortinas de humo, vamos. De escándalos mayores vamos bien surtidos últimamente, a pesar de que el Número Uno asegura no conocer nada ni estar enterado de lo que hacían sus amigos del Peugeot. Ahora nadie sabe quién es Santos Cerdán, el nuevo habitante de Soto del Real.

En fin, resulta que en León ha saltado la noticia o la cortina de humo de que el consistorio, socialista para más señas, ha habilitado varias plazas de aparcamiento de una zona de la ciudad marcándolas con un distintivo que representa a las mujeres. Es decir, serían plazas donde preferentemente aparcarían mujeres, una práctica al parecer habitual en otras ciudades europeas y que persigue la seguridad de un colectivo “vulnerable”. Aquí dejo la noticia en cuestión: Nueva polémica por los aparcamientos para mujeres en León: vandalizan los pictogramas una semana después de su entrada en vigor

Es admirable cómo la izquierda, dueña siempre de la autoridad moral para todo, cae constantemente en sus propias contradicciones.

Si las mujeres y los hombres somos iguales –principio del feminismo- ¿por qué se necesitan plazas de aparcamiento diferentes según el sexo?

Si el género es un constructo social y no viene determinado por la biología, sino que más bien es una cuestión de sentires y de autopercepción, ¿qué impide a un hombre aparcar ahí si asegura percibirse como mujer? ¿Con qué derecho se le puede pedir que vaya a otro lugar del parking?

Si los juguetes de color rosa perpetúan los estereotipos de género, ¿por qué el símbolo que han pintado en el pavimento es de color rosa? ¿Las mujeres llevamos asociado este color por el hecho de serlo? Qué patriarcal todo, ¿no?

Photo by Jose Espinal on Pexels.com

Si una falda o un vestido no debe considerarse una prenda femenina per se, o es machista representar a las mujeres con esas prendas de vestir, ¿por qué el muñeco pintado lleva falda?

Si existen los baños inclusivos, donde puede usted hacer pipí y popó sin preocuparse de qué muñecajo aparece en la puerta, ¿por qué deben existir plazas de aparcamiento no inclusivas?

Si el aumento de la criminalidad y la delincuencia en España son un invento de la ultraderecha y los pseudomedios, ¿por qué es necesario habilitar plazas de aparcamiento con más luminosidad y próximas a la zona del intercambiador de transporte para no tener que recorrer a oscuras toda la superficie del parking? ¿Por qué, eh? ¿No hemos quedado en que España tiene tasas de criminalidad bajísimas y se puede caminar por la calle sin ningún problema?

Si las mujeres podemos hacer cualquier labor o tarea igual que los hombres, si no se nos puede discriminar por razón de género, si estamos tan empoderadas, ¿por qué se nos da trato de favor? ¿Significa que solamente a nosotras nos beneficia aparcar en estas zonas VIP? Un señor de setenta años que conduce y aparca en la zona oscura ¿no corre ningún riesgo de ser asaltado mientras camina por el aparcamiento?

Todo esto me recuerda a algo de lo que escribí hace casi seis años en cuanto a la gratuidad de determinados grados universitarios si se es mujer: Oferta en la uni

El socialismo siempre presume de igualitario y justo, pero acaba siendo injusto y discriminatorio, una y mil veces más. ¿Por qué, si no, promete y concede a los jóvenes descuentos para viajar este verano sin importar el nivel de renta? ¿Acaso es justo dar la misma subvención a un currela que cobra el SMI que a un niño de papá y mamá sin problemas económicos?

Menos mal que el PSOE está siempre vigilante en pro de la igualdad y nos dota a las mujeres con plazas de aparcamiento para nosotras. Seguro que esta solución era la más acertada, y no la de iluminar mejor los aparcamientos, o poner vigilancia, cámaras o más dotación de patrullas policiales, o hacer que los delincuentes entren en prisión y no acaben en libertad a la mínima para que vuelvan a hacer de las suyas hasta que los vuelvan a trincar, si eso ocurre.

Gracias, políticos, no sé qué haríamos sin ustedes.

Larga vida a la buena música

Cursaba yo octavo de EGB cuando sonaba en la radio el tema Please Forgive Me (1993) como sencillo del álbum recopilatorio So Far So Good. Era la única canción nueva de aquel “grandes éxitos” de Bryan Adams, pero eso yo aún no lo sabía. La portada del disco la ocupaba por completo un neumático con el título escrito en la goma. Aquella balada sentimental me enganchó por su melodía y también por la voz rasgada y afinada del canadiense, nacido en Kingston en 1959. Un día, en aquel octavo de EGB, el profesor de educación física, que ponía música al acabar la clase para disfrutar de unos minutos de relajación tras el ejercicio, puso esta canción, Please Forgive Me. No recuerdo cómo ocurrió, pero un compañero de clase comentó que él (o su madre, no sé) tenía el álbum So Far So Good en casa. Le pregunté si me lo podía grabar en una cinta de cassette. Empezaba así mi amor incondicional por este cantante y compositor de aspecto aniñado.

Con el paso de los años me hice con la mayoría de los CD que iba publicando, y subía el volumen de la radio cada vez que sonaba un sencillo suyo. Los escuchaba una y otra vez mientras leía las letras que venían en el papel del CD, y acababa aprendiéndomelas. Otro día podemos hablar del bien que hace para el aprendizaje de idiomas escuchar música. Mi padre también se aficionó, y en 1999 fuimos él y yo y mi amiga Montse a un concierto de Bryan en San Sebastián, en la plaza de toros de Illumbe, que supuso su inauguración como recinto musical.

Han pasado 26 años (uf, demasiado tiempo) y he tenido la gran suerte de volver a un concierto de Bryan, esta vez en mi ciudad. Presentaba disco nuevo, Roll With The Punches (‘adaptarse a las circunstancias’, viene a significar), que se pondrá a la venta en España en agosto, y de este disco cantó tres temas que sonaron muy bien y en la línea de su música. Pero el resto de las canciones que fue desgranando en las dos horas del concierto del 6 de junio de 2025 fue una estupenda recopilación de grandes y conocidísimas canciones. Todo el Navarra Arena -11 000 espectadores- coreó todos y cada uno de los temas.

En un momento dado, como a la mitad del espectáculo, mi padre se me acercó y me dijo: ¿sabes que en el concierto en el que lo vimos por primera vez yo tenía la edad que tienes tú ahora? No puedo explicar qué interruptor accionó esa pregunta, pero empecé a llorar de emoción dándome cuenta de lo generosa que es la vida en tantas ocasiones. Ahí estábamos en la pista del Navarra Arena, padre e hija, un cuarto de siglo después, compartiendo amor por la música, también con mi marido y mis dos grandes amigos.

Hace falta vivir la experiencia para poder entender lo que se siente en el concierto de alguien a quien admiras y sigues desde hace tanto tiempo. Quien lo ha probado, lo sabe. Solo puedo decir que no olvidaré esa noche mientras viva. La de mayo del 99 fue especial, pero esta lo ha sido mucho más, por el correr de los años, el sentimiento que se produce, no lo sé. Iba con muchas expectativas a este concierto, y fueron superadas por la calidad de sonido y voz, por el ambiente nostálgico, la edad madura de los asistentes y la magia que se creó. En mi última entrada del blog hablaba de los desorbitados precios que tienen hoy los grandes conciertos. Pagué sesenta euros para este concierto, y los volvería a pagar sin dudarlo, lo reconozco.

No soy nada objetiva, porque hablo como fan, pero la música de este hombre siempre me ha tocado el corazón: los temas lentos, por sus letras y sentida música, con esas subidas de guitarra y preciosas melodías; los más roqueros, por su punto canalla y divertido, su exacerbado carpe diem y su juvenil disfrute. 18 Till I Die, 18 hasta que me muera, dice en uno de sus conocidísimos himnos. Así nos hiciste sentir a todos, Bryan. Acertadísimo es el título del nuevo disco: tú sí que te adaptas a las circunstancias. Cincuenta años de carrera y atrapas como el primer día a diferentes generaciones y sin renunciar a tu sello y a tu estilo.

Una canción titulada Kiss Ass, gamberra desde el comienzo, relata la creación del mundo: la tierra, los cielos, los mares, y el hombre, que degeneró y cayó en un agujero negro, el de hacer mala música. Dios lo resolvió enviando un ángel para solventar la falta de rock music. Un ángel que calza botas, pantalones vaqueros y gorra de béisbol, y que suscita las miradas de la creación cuando invoca la guitarra, el bajo, la batería y los teclados. Bryan, you’re an angel to me. Thank you so much.

No te lo puedes perder

Menos mal que el apagón que sufrimos en España y Portugal el pasado 28 de abril no sucedió el 9 de mayo. Creo que hubiéramos lamentado cientos ¡o miles! de suicidios en masa si tal viernes en concreto, con hordas de seguidores pendientes del ordenador o el móvil, se hubiera producido un cero absoluto en plena espera de la cola virtual para conseguir entradas de los conciertos de Bad Bunny.

Confieso que no soy capaz de nombrar o tararear una sola canción de este muchacho al que le llevo 14 años. Lo busco en internet y leo que se llama Benito Antonio Martínez Ocasio; normal que se buscara nombre artístico, y en inglés, claro: no hay narices para hacerse llamar Conejito Malo. Perdió la ocasión, eso sí, de montar un dúo y llamarse Benito y Manolo.

Al parecer, para ver y escuchar a Bad Bunny se han vendido todas las entradas para los conciertos en España, que tendrán lugar ¡dentro de un año! Ha tenido que lanzar nuevas fechas ante la locura colectiva desatada en nuestro país. En este vídeo de El Mundo lo explican muy bien.

Creo que no se habla lo suficiente del fenómeno “compraré entradas al precio de lo que cuesta el kilo de jamón ibérico de bellota para un evento al cual ni sé si podré ir o me habré muerto antes”. El cantante portorriqueño es joven y supongo que gozará de buena salud, pero imaginen esto mismo para ver a los Rolling o a los Scorpions, que vienen a Pamplona en julio, por cierto: gente que viste arrugas por todo el cuerpo a juego con la guitarra eléctrica y tiene más años que un bosque, y que lo mismo estira la pata antes de la fecha de actuar. Que nadie estamos libres de que nos venga a buscar la parca, claro, pero una cosa no quita la otra.

En el último decenio, calculo, se ha normalizado el hecho de sacar a la venta entradas para todo tipo de espectáculos con varios meses de antelación. Da lo mismo que sean montajes teatrales, de ballet o circenses, monólogos de humor, conciertos, espectáculos de magia… La tónica viene siendo anunciar la programación en los grandes auditorios con mucho tiempo de adelanto. Te registras, le das a “comprar entradas” cuando quedan, quizá, cinco o seis meses. Y apenas quedan butacas libres para elegir, solo algún hueco en el gallinero o en las filas de atrás. La gente no corre, vuela.

Photo by Harrison Haines on Pexels.com

Es muy curioso (y desolador) comprobar lo diferente que es adquirir entradas para ir al cine. La taquilla presencial y tradicional, donde alguien te vende la entrada tras informarte de qué filas tiene libres (“la catorce, centraditas”), se está convirtiendo muy rápidamente en una especie en extinción. Lo habitual es acceder tú mismo a la página web del cine, elegir película y sesión, reservar las butacas y pagar. La mayoría de las veces, salvo estrenos muy esperados que arrastren a la gente al cine -que haberlos, haylos-, la web mostrará el dibujo de una sala prácticamente vacía, con casi todos los asientos disponibles para hacer clic.

La oferta para ver, por suscripción, en nuestros televisores y dispositivos multitud de filmes barre y destierra a la pantalla grande. Para qué salir de casa a ver un estreno que, en poco tiempo, tendremos disponible usando el mando a distancia. Lo podremos ver el día que queramos, a la hora que elijamos, y detener la historia, retrasarla o volverla a ver las veces que nos dé la gana; podremos ponerla en otro idioma, con subtítulos o sin ellos. Incluso las plataformas nos permiten crear una lista de lo que tenemos pendiente de ver, algo muy práctico que yo suelo hacer para no tener que acordarme después, pero que en cierto modo me crea algo de ansiedad: tantas pelis (o series) que quiero ver y tan poco tiempo para hacerlo…

Todo esto me lleva a pensar en lo siguiente. Cualquier espectáculo en directo, que transcurre delante de nuestros ojos, con cientos o miles de desconocidos a nuestro alrededor que han ido a ver lo mismo que nosotros, convierte ese espectáculo en un momento único e irrepetible. Por muchos conciertos -o representaciones, recitales, obras, etc.- que un artista tenga programados en su gira, ninguno será idéntico a otro. El público tiene mucha culpa de ello, así como el escenario, el ánimo o la inspiración con los que se encuentre ese día el intérprete, o incluso las condiciones atmosféricas. Una película permanece inalterable y sigue siendo la misma historia con las mismas interpretaciones, diálogos, fotografía o música. Todas las veces.

Pero lo que sucede aquí y ahora no vuelve a repetirse de la misma manera, igual que en la vida. Vale también para los deportes, claro. Un gran evento deportivo (o el partido del chiquillo con su equipo en un campo embarrado) es irrepetible. La primera palabra de un niño o sus primeros pasos tambaleantes son un evento único en la vida de sus orgullosos padres. Cualquier momento de la vida que lleve por delante «la primera vez que» es un instante mágico.

Solo deseo a los afortunados que lograron entrada para el Conejo que realmente merezca la pena el esfuerzo. Y que guarden el móvil en el bolsillo y disfruten del concierto. No se lo pueden perder.

Kitt, te necesito

Ha sido un placer, queridos lectores. Me despido de ustedes en previsión de muerte violenta por ataque nuclear, conflicto bélico, misil Trump y/o Putin, nueva pandemia, huracán, tornado, sequía pertinaz, desabastecimiento de víveres o cualesquiera otras causas de desaparición de vida humana, animal y vegetal. 

He vivido bien, sin estrecheces; he conocido el amor de mis padres, abuelos y bisabuelas, el de mis hijos, el amor fraterno, el conyugal y el de la amistad, que es otra clase de amor, pero amor, al fin y al cabo. He recibido educación, he estudiado lo que he querido, he viajado, he vivido experiencias inolvidables y no tengo enemigos, que yo sepa. Mi equipo de fútbol no ha ganado nunca un campeonato de nada, pero en ese barco estamos muchísimos mortales, así que tampoco me quita el sueño.  

No guardo esperanza alguna de supervivencia porque se me da fatal usar herramientas, no he encendido nunca un fuego al estilo acampada, y mi condición física y de resistencia es más bien tirando a floja. No he visto ninguna edición de Supervivientes, mecachis. Además soy miope, y aunque no tomo medicación ni tengo mala salud, me veo en considerable desventaja si hay que salir corriendo (me da flato enseguida y no soy nada veloz) o pegarse con el enemigo.  

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, nos advierte: «Con la última tecnología de misiles que vienen desde Rusia, la diferencia de un ataque a Varsovia o un ataque a Madrid es de diez minutos. Así que todos estamos en el flanco oriental: Ámsterdam, Londres e incluso Washington» (fuente: La OTAN advierte de los misiles rusos: «La diferencia de un ataque a Varsovia o Madrid es de 10 minutos»). Para que no nos defienda la OTAN, igual mejor salirse de ella, ¿no? Si el plan de seguridad es armar un mochilón con pastillas, pilas, agua y comida enlatada, me siento mucho más segura, dónde va a parar. 

Photo by Ravindra rawat on Pexels.com

Eso sí, preparar un kit de supervivencia para 72 horas me da una pereza tremebunda, a la par que me genera una rabia incontenible por tener que tolerar que se nos imponga a los ciudadanos de a pie la responsabilidad del sálvese quien pueda. Oigan ustedes, gobernantes del mundo: si las vidas de quienes les pagan el sueldo corren peligro, hagan lo que tengan que hacer para evitarlo, pero no nos pasen el marrón de hacer un curso acelerado de supervivencia. En mi casa serían cuatro kits, y no tengo sitio donde guardar tanta mochila. Aunque quizá me bastara con un bolso de señora extragrande, como el que lleva la señora de azul del vídeo Así es el kit de supervivencia de 72 horas que recomienda la UE en caso de guerra que ha divulgado la Comisión Europea. No me digan que el vídeo en cuestión no da un poquito de vergüencilla ajena (cringe, dirán los jovenzuelos). Parece la teletienda, y encima la tía en un momento dado se parte de risa, oigan.

Por salud mental hace mucho, mucho tiempo, que no veo un noticiario en la televisión. Están de nuevo sembrando el miedo e incluso el pánico entre la población, como ya ocurrió otras veces: el gran apagón, incontables meteoritos, el final del granero de Europa, desabastecimiento, el incremento del nivel del mar, la desaparición del hielo del planeta, la viruela del mono, la gripe aviar… Cualquier cosa vale para tener a la ciudadanía acogotada, temerosa y, por ende, manipulable. Durante el confinamiento y la propagación del covid-19 hicimos cosas impensables y tragamos con medidas que, por nuestro bien, elaboraba un comité de expertos (escuchen mi carcajada); medidas inconstitucionales a las que la gran mayoría nos plegamos porque el miedo había clavado sus uñas en nuestras conciencias, impidiéndonos pensar claramente sobre qué estábamos dejando que hicieran con nuestras vidas. 

Así que lo tengo claro: nada va a salvarme de una catástrofe del tipo que sea, ni una equipación para 72 horas, ni el mismo Michael Knight con su Kitt al rescate. La Unión Europea es Rose subida a la tabla, y los ciudadanos somos Jack esperando el final. Ya me disculparán el estoicismo que emana de este texto, queridos míos. Y no se dejen dominar por el miedo: tan solo están haciendo ver que está justificado el gasto ingente en defensa por el que nos van a volver a crujir a impuestos. Como siempre hacen. 

Horas evaporadas

Hace un par de días fue el Día Mundial del Bienestar Mental para Adolescentes, que lleva celebrándose desde el 2 de marzo de 2020 para concienciar acerca de los problemas de salud mental de los jóvenes. Esto me viene muy al pelo para reflexionar sobre un aparato presente en la vida cotidiana de todos nosotros, no solo de la chavalería, y que está afectando cada vez más a nuestra salud mental y a nuestro equilibrio emocional: el teléfono móvil, o más concretamente, el smartphone.

Hace un par de meses tuve ocasión de asistir a dos formaciones para familias que impartió Sonia Ledesma (dejo enlace a su página; también la podéis encontrar en Instagram) acerca de la importancia de enseñar a nuestros hijos a regular el uso de los dispositivos. Partidaria de retrasar lo más posible la entrega del primer móvil (con internet, se entiende), aboga también por encontrar el equilibrio entre el no más rotundo a las nuevas tecnologías y un uso moderado de estas que no les impida realizar actividades de ocio al aire libre, socializar fuera de las pantallas, leer, etc., siendo asimismo conscientes de los peligros que encierra un aparato tan pequeño en manos de niños y adolescentes. Estas charlas, teniendo en cuenta que no hay pociones mágicas y que cada familia es diferente, tuvieron el objetivo de dar algunas pautas para nosotros, los padres, que nos hemos topado con un problema bastante gordo en esto de lidiar con los hijos y su uso (o abuso) de las pantallas.

Empezó explicando cómo es, a grandes rasgos, el cerebro de un niño o adolescente en cuanto a maduración -la corteza prefrontal, que es el conjunto de neuronas situadas en la parte más anterior del lóbulo frontal y cumple funciones relacionadas con la memoria de trabajo, la conducta y el control de las emociones, no termina de desarrollarse hasta casi los treinta años de edad-, o en cuanto, por ejemplo, al control del riesgo y las consecuencias: la promesa de recompensa es más fuerte que cualquier tipo de precaución ante los posibles riesgos. Cuando el lóbulo frontal no ha madurado, las decisiones que los jóvenes tomen pueden ser alteradas por la actividad de otras áreas del cerebro, responsables de controlar los instintos. Si ya a los adultos nos cuesta escapar de la recompensa inmediata, del scroll infinito (deslizar el dedo para ver contenido multimedia sin fin) o de las continuas distracciones que nos provocan las notificaciones del teléfono, cuánto más les costará a los pequeños y jóvenes de la casa.

Al margen del tiempo que nos roba tener un móvil en la mano, más preocupan los problemas derivados de tener demasiado pronto acceso a internet sin control parental, a cualquier hora y sin límite de uso. Sexting, grooming, ciberacoso, pornografía, baja autoestima por el bombardeo de cánones de belleza irrealizables y de estilos de vida falsamente perfecta, aislamiento, falta de empatía, dificultad para relacionarse con los demás cara a cara, etc. Sonia nos contó cómo muchas educadoras infantiles no dan crédito cuando cuidan de bebés que no interactúan con ellas, o que no comen bien porque no reconocen las comidas, ya que en sus casas comen delante de una pantalla sin reparar en los sabores, los colores o las texturas de los alimentos. Estremece ver a niños en carritos y sillas, aún con pañales, y sosteniendo un teléfono mientras su madre hace la compra o se toma un café con una amiga.

Sobre estas líneas, la carta de una lectora de El País que se ha viralizado en los últimos días; me tomo la libertad de citarte aquí, Rocío García Vijande, de Gijón. Quiero pensar que, como Rocío, hay una tendencia al alza en muchos padres y en ciudadanos en general rebelándose contra este uso desproporcionado del móvil.

Lo mejor, en palabras de Sonia Ledesma, es predicar con el ejemplo. Dediquemos los ratos en común con la familia a charlar, no a mirar el teléfono. Se puede establecer un horario para consultar el móvil, hacer gestiones o, por qué no, pasar un pequeño rato viendo vídeos de lo que nos gusta, chateando con amigos o respondiendo a ese montón de correos acumulados en la bandeja de entrada. Siempre con un límite de tiempo. Se puede utilizar como excusa el interés de nuestros hijos por un contenido concreto (vídeos de maquillaje, de parkour, de videojuegos, de recetas de cocina o manualidades) para hacerlos salir de ahí, levanten la vista y nos cuenten qué han visto, qué les ha resultado interesante, por qué siguen a tal o cual creador de contenido, etc. Hay que hablarles de los riesgos, de lo que implica también compartir algo íntimo (una foto, una crítica, un chisme), hablarles de que, tras una pantalla, siempre hay una persona, y esa persona a veces no es quien dice ser. Un ejemplo de esto: Un hombre de 38 años llega a la casa de una familia porque los niños le habían dado su dirección por Roblox

Siento, según escribo estas líneas, que el tema da para mucho más. Me doy cuenta, además, de lo incongruente que resulta estar hablando de dejar el teléfono a un lado cuando tú, estimado lector, tienes estas líneas en la pantalla de tu teléfono. Sin él, este texto no llegaría a ti, probablemente. In medio stat virtus (la virtud está en el medio). Tenemos en el bolsillo una herramienta increíble de información, entretenimiento y posibilidades. Pero fuera de ahí está la vida. Saber equilibrar ambos extremos es el reto al que nos enfrentamos, y es un reto en el que debemos implicarnos todos. El otro día mi hijo volvió de pasar una semana con los compañeros y algunos profesores de clase esquiando y haciendo otras actividades de ocio. En las normas de la convivencia venía bien clara la prohibición de llevar móvil o dispositivos electrónicos. El día de su regreso, un correo electrónico de la directora del instituto nos llegó a los padres con un tirón de orejas para las familias que hicieron caso omiso de la prohibición. Muchos estudiantes se llevaron el móvil a la «semana blanca». Qué terrible no ser capaces de limitar esto.

Termino recomendando esta página con recursos para familias y docentes: https://educaciondigitalresponsable.org/, y dos libros que a mí me han entusiasmado, no solo por el tema del móvil, sino por otras muchas cosas: Salmones, hormonas y pantallas, del Dr. Miguel Ángel Martínez-González, y El valor de la atención, de Johann Hari.

Primero en casa

En varios de los niveles del instituto donde estudia mi hijo se han llevado a cabo las semanas pasadas unas sesiones de orientación afectivo-sexual, cada cual adecuada, se supone, al curso al que se dirigen. Desde el centro se nos envió a los padres, coincidiendo con el día de la primera sesión (ahí, ahí: avisando con tiempo), una información facilitada por la asociación o empresa que impartía las charlas, en la cual se explicaba a grandes rasgos el contenido de las sesiones según el curso. Junto a dicha información se nos facilitó un correo electrónico para expresar dudas, o cualquier tipo de comunicación, a la empresa responsable de las charlas.

La clase de mi hijo recibió cinco sesiones durante una semana: eso supuso, para empezar, perder cinco clases ordinarias, ya que la educación afectivo-sexual se desarrolló en horario lectivo. Según se iba pasando la semana, mi hijo venía a casa contándonos cosas que, o bien le sorprendieron, o bien le impactaron, o bien le repugnaron o una mezcla de todo ello. A nuestros hijos les hemos hablado de todo siempre, pero atendiendo en primer lugar a su necesidad de saber. Un ejemplo: a mi hija pequeña no le contamos cómo se hace un bebé hasta que lo preguntó. Ella sabía por dónde nace un bebé, pero no cómo llega a formarse un bebé ahí. A la edad que nos preguntó todo esto, estábamos ahí para explicárselo, sin tener en cuenta que, con toda seguridad, algo ya le habrían explicado en el colegio (y no digamos los compañeros de clase, ese colectivo avispado que siempre va por delante de los propios hijos y les va soltando bombas de información o bulos como que fulanito ya lo ha hecho con menganita y son novios).

Como digo, a nuestros hijos les hablamos sin rodeos pero adaptando la información a sus necesidades, su edad y su momento madurativo. No puedes enseñarles a hacer divisiones si no se saben las tablas de multiplicar, ¿cierto? Bien, pues a mi hijo le hablaron de prácticas sexuales de las que no sabía nada, y de otros temas que, a sus trece años, no nos pareció oportuno que se trataran en un aula. Cuando terminó la semana mandé un correo a la empresa encargada, expresándole nuestro punto de vista y lo que había contado nuestro hijo en casa.

Photo by Savannah Dematteo on Pexels.com

Al día siguiente me llamaron por teléfono y estuve un rato hablando con la sexóloga que estuvo en clase de mi hijo. Me explicó que su forma de trabajar es favorecer que esas sesiones sean un espacio y un lugar donde los alumnos expresen sus dudas e inquietudes con respecto a la sexualidad y donde se les reorienta y corrige cuando tienen ideas erróneas, y se les habla de aquello que van demandando. Algo así me dijo, y claro, hay que tener en cuenta que algunos tienen conocimiento de muchas cosas, otros han repetido y tienen uno o dos años más que el resto y han tenido ya relaciones sexuales, y ellos están ahí para escuchar y orientar y blablabla. Esto no se lo dije a ella, pero me toca las narices muchísimo ese empecinamiento en dejar que el alumno sea quien marque el aprendizaje: ¡vamos a dar en clase lo que a ellos les interese, para que sea un aprendizaje significativo! Que manden ellos, ¿qué puede salir mal?

Aunque argumenté y rebatí, al terminar la conversación telefónica tuve la sensación de que me llevó a su terreno y además me hizo un poco la pelota: qué bien que vosotros como padres le habléis de todo y que estas sesiones hayan favorecido un diálogo, lamento que se haya llevado impresión con algunas cosas, pero así es la vida. Sí, qué bien todo, ajá.

Me mandó un correo la directora del instituto: que estaba al tanto de lo ocurrido y que lamentaba que mi hijo se hubiera llevado una mala experiencia, pero que llevaban años trabajando con esa asociación y sin ningún problema nunca. Que si necesitábamos cualquier cosa, ahí nos tenía. Se lo agradecí, claro. A veces me pregunto si, cuando nunca ha habido ningún problema, será porque nadie se ha atrevido a levantar la voz y expresar su desacuerdo.

En fin, yo solo pido que, en aras de los tan manoseados términos de la diversidad, la inclusión, el respeto, etc., se tenga en cuenta la variedad del público al que se dirige una información tan sensible, solo por el mencionado respeto. Soy muy consciente de, en efecto, la variedad que puede haber en un aula adolescente. Habrá quienes se acercaron al porno (sí, al porno) a los ocho o nueve años (una lacra horrorosa que, como sociedad, hay que atacar), quienes no saben ni siquiera cómo funciona el ciclo menstrual ni conocen ningún método anticonceptivo. Bueno, pues precisamente por esta variedad hay que tratar estos temas con mucho cuidado y yendo de menos a más. Primero, las tablas de multiplicar, y luego las divisiones.

A los pocos días de suceder esto, hablé con una amiga, y en el instituto de su hija iban a tener también varias sesiones de educación afectivo-sexual. Al menos allí les iban a citar las familias para un reunión informativa. Mi amiga y yo estábamos de acuerdo: no podemos pararlo ni posicionarnos en contra, pero afortunadamente ambas tenemos hijos dialogantes que comunican muy bien y que cuentan las cosas. Que sirva todo esto para tener largas conversaciones con ellos, rebatir aquello con lo que no estemos de acuerdo y formarles desde casa, en familia, para enfrentarse al mundo con la información necesaria y los valores que les hagan ver que no hay que ser como la mayoría, que no hay que querer correr, que tienen trece años aún. Y que aquí estamos sus padres para lo que necesiten.

De tarea

Me he dado cuenta de que en 2024 llevo publicadas trece entradas en el blog, así que, aunque no soy supersticiosa, vaya aquí la decimocuarta para no conjurar la mala suerte en el último día del año.

Un año más se me han vuelto a pasar los 365 días + 1 (ya que fue bisiesto) volando. Entre trabajar, los niños, los quehaceres cotidianos y los imprevistos que se inventa la vida, se acaba ya el año en que cumplí 44. Qué razón tenía mi abuelo cuando me decía que, pasando de los 18 años, el tiempo corría que se las pela. Sin darme ni cuenta ya tengo un hijo adolescente y otra cada vez más cerca de serlo. Confieso que a veces me entra morriña y desearía, por un minuto, que menguaran y volviesen a gatear, balbucear y tener esa textura blandita y achuchable de bebés. Después se me pasa, claro, pero algo ha detectado el algoritmo del móvil que no hace más que proponerme vídeos de bebés monísimos.

Las peleas ahora no son para que coman, duerman la siesta o se les pase una rabieta. Los esfuerzos se centran en combatir el exceso de pantallas, en que se concentren por más de treinta minutos seguidos para realizar una tarea o estudiar para un examen, en que lean, salgan a la calle, hagan deporte y les dé el aire, desarrollen su personalidad y eviten las malas compañías. En definitiva, estas y otras batallas libradas cada día por padres y madres de adolescentes tienen lugar en un escenario a veces nada alentador: llegamos del trabajo cansados, nuestros hijos regresan también de una jornada intensa que los ha levantado a las siete de la mañana y los ha tenido en clase seis horas. Tras la comida quieren descansar un poco, pero enseguida han de enfrentarse a los deberes. LA TAREA.

Añadamos otro ingrediente: las nuevas tecnologías. En secundaria utilizan el chromebook para todo. Los profesores suben al classroom (de Google) las tareas de su asignatura: tal o cual ejercicio en tal o cual formato y su fecha de entrega. El alumno se acostumbra o se tiene que acostumbrar a diseñar presentaciones, crear diapositivas, contestar kahoots o interpretar mapas virtuales, o simplemente contestar preguntas, pero en el chromebook: realiza la mayor parte de sus tareas en una pantalla, la mayoría de las veces por pura intuición o aprendiendo a base de errores, ya que manejan aplicaciones que sus padres desconocen por mera brecha generacional.

Supongo que a los profesores les resultará mucho más cómodo corregir treinta o cincuenta ejercicios y trabajos que llegan directamente a su cuenta de classroom, donde controlarán fácilmente quién ha entregado la tarea a tiempo y quién no, donde corregirán y evaluarán a golpe de ratón y devolverán la calificación con un clic. Supongo, también, que no les queda otra porque son directrices de los de arriba, y que habrá muchos docentes contrarios a estas prácticas.

Pues bien, voy a hablar por boca de mi hijo. Está en segundo de ESO y ya está harto de tanto chromebook y tanta pantalla. Cree (y estoy de acuerdo con él) que tardaría la mitad de tiempo en hacer esas mismas tareas en papel. Luego está la cuestión de si se exceden o no con la cantidad de tareas. Al mío le ha caído en suerte -más bien en desgracia- una profesora de física y química que no descansa un solo día: todos los días que toca su asignatura vuelve mi hijo con tarea. Como además no le gusta la materia, es un suplicio enfrentarse todas las tardes y muchos fines de semana a esos deberes. Igual la clave no es la cantidad y la frecuencia de esas tareas, sino la calidad. Valdría más la pena centrarse en tareas importantes, realizadas en clase, y corregidas y explicadas delante de los alumnos, que mandar a diario ejercicios sin ton ni son que solo se califican, sin entrar en explicaciones de dónde se ha fallado o qué se puede mejorar.

Photo by Andrea Piacquadio on Pexels.com

¿Cómo vamos a fomentar que nuestros adolescentes realicen actividades al aire libre o socialicen fuera de una pantalla o del WhatsApp si pasan las tardes encerrados en su habitación despachando deberes mirando una pantalla?

Habrá quien me diga que estamos en el siglo XXI y hay que evolucionar con los tiempos: que las nuevas tecnologías son cruciales para nuestra forma de vivir y trabajar, y que los estudiantes de hoy son los adultos del mañana y deben ser competentes en el uso de aplicaciones digitales de toda índole. Mi opinión es que algo de esto es cierto, pero sin excedernos.

La escritura y el uso del papel y de los libros de texto son cruciales en el aprendizaje, y muchos estudios avalan esta postura. Y ahora que menciono la escritura: mi hija está en cuarto de primaria y sus profesoras les están mandando copiar a mano, como una tarea más que añadir a las divisiones o al inglés, textos de cuentos tradicionales para que practiquen la caligrafía, la ortografía y la presentación escrita. Deben escribir un trocito cada semana, ya que han detectado que la letra les ha empeorado desde infantil, en muchos casos. Por qué será que al final se vuelve a la enseñanza tradicional.

En fin, ya perdonarán estas disertaciones. Tenía ganas de desahogarme sobre estos temas y se me ha echado el año encima. Que Dios nos asista, que nos queda más de la mitad de la secundaria aún.

Muy feliz año nuevo, que 2025 les traiga salud, buenas noticias y días felices.